huraña y mezquina, antes que a mi.
A ti, que exhibes la guadaña, cretina y afilada
de tu fingida sonrisa.
A ti, que siembras el grano que devoran
los cuervos voraces.
Soy el viento herido, pero al fin y al cabo…
viento.
Nadie me espera detrás de ti
y cuando mueras, la carne hedionda
de tu mala fe, se corromperá, devorando
todas tus bajezas.
Tu odio visceral y reiterado, se agita
en mis oídos y se hace eco de tu grosera
voz de córvido.
Conozco bien tu herrumbre y no la delato,
para que escuches el sonido de tus rodillas.
¡Húndete en la tierra o en el fango!
¡Qué se dobleguen tus fuerzas !.
Soy el viento que sopla detrás de ti,
para que puedas escuchar el silbo tremolado
de la muerte.
Al fin y al cabo nos espera… a todos,
la misma tierra.
Escrito en Febrero 1993 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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