melancólico, añorante,
de delicado semblante,
desde el verdor de la hiedra.
Voy recreando este día
todas mis meditaciones,
como íntimas oraciones
de esta, mi melancolía.
Bajo este puente de piedra,
mis anhelos y el recuerdo,
guardo y así no los pierdo,
así, ninguno se quiebra.
La lluvia desciende en gotas
y en su murmullo, no cesan,
caen sobre el suelo y lo besan,
con sus cantarinas notas.
Aquí dejo mis flaquezas,
e intento salir de nuevo,
del cascarón de este huevo,
en busca de otras riquezas.
Para ello, es importante,
por dentro, muy bien limpiarse
para, sin precipitarse
echar el pecho adelante.
Alejar esos temores
de una insegura conducta,
si es que el corazón erupta
sus amargos sinsabores.
Pienso debajo del puente,
que esto es muy necesario,
pues no queda un recetario,
para hincarle bien el diente.
Se necesita una higiene,
pues una mente cerrada,
debe de estar liberada
y eso siempre nos conviene.
Ahora, mientras voy hablando
y dialogando conmigo,
esta lluvia, la bendigo,
aunque me estoy empapando.
Empapado en la palabra,
que medito, repitiendo
y así me voy convenciendo
para que mi mente se abra…
como poros de mi piel,
que pretenden respirar,
pues se quieren impregnar,
con el olor de la miel.
Esta es mi meditación
y la juzgo consecuente,
tal vez, si la escucha el puente,
obtenga su aprobación.
Escrito en Enero 1982 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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