y su monotonía, llenándolo todo.
Los mismos días repetidos,
como calculados, desde todos sus ángulos.
Un corte trasversal y sesgado
en medio de la plaza, un cuenco ardiendo
y nuevos tintes para teñir una nueva mentira
o una bandera,
para intentar desayunar esperanzas de arena
y cenar realidades de ceniza.
La impiedad y la abnegación al consejo barato
o gratuito con un : “Tú tienes que hacer, pensar, decir” o un ” Deberías de…”.
Busco mi propio eco, para calmar mis oídos,
pero mi voz es una, sola y con poca fuerza.
Aunque no escuchara sus voces,
me sentiría molesto, por su afán en el gesto
o incluso, por la complicidad de su silencio.
Escrito en Febrero 1994 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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