la caricia adormecida,
que despierta ante el calor
de una mirada tendida.
Somos, nos compartimos y estamos,
al unísono estallamos
como un volcán y un estruendo
en olas de un mar tremendo,
rompe la piedra y hace
brotar todas las arenas
que recorren nuestras venas
y así el rubor se deshace,
anidando en las cavernas
de un corazón, que recorta
bahías y una sonrisa,
que por el aire transporta,
un leve soplo en la brisa,
al arrecife colmado
de un suspiro enamorado,
que ha estrellado sus enojos
preso de amor en tus ojos.
Escrito en Octubre 1993 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario