crece entre la espina y el abrojo,
desde mi corazón latiendo, arrojo
pletórico de anhelo y sueño ignoto.
Un colador usado o alcantarilla
de sentimientos, doy por cenicero,
en donde apago un cigarrillo y aún espero,
celoso al observar tu ventanilla.
Varado quedó al fin, llego a buen puerto,
con esa incertidumbre de aceptar
los devenires propios de la mar,
que rige tu ensenada en muslo abierto.
Hambriento de tu sal, mi sed te llama,
mi lengua se retuerce en la agonía,
por esperar el beso de ese día,
que mi alma por mi afán, ya te reclama.
Azul la mar y un cielo agradecido,
besándose en el plano horizontal.
Azul también, el fuego celestial
que guarda un corazón de amor herido.
Escrito en Septiembre 1993 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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