la del reflejo puro y diamantino;
marcharé sobre ese cielo vespertino,
un beso de carmín, verde aceituna.
Conseguiré las flechas de Cupido,
por esa luz del Sol, difuminada
y entonces, cuando ya no quede nada,
pensaré en todo aquello que hemos sido.
En ese hermoso sueño, que guardabas
con brillos de ilusión en tu retina,
el eco de tu risa cantarina
y la gracia con que siempre caminabas.
Un día marcharé y de mi alacena
recogeré la vida que tuvimos,
el tiempo que nosotros compartimos,
para poder decir al fin: ¡Valió la pena !.
Escrito en Noviembre 1993 por Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
© Eduardo Luis Díaz Expósito.”zuhaitz”.
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